miércoles, 4 de enero de 2017

NOTICIA: Nostalgia para reyes

Artesanos del juguete todavía perviven en Castilla y León con un producto único, cuidado y que reúne melancolía para muchos padres que un día fueron niños.

El artesano juguetero Antonio Barrios, con una de sus
 piezas en su taller de Villar de los Barrios. | ICAL

Ical | 04/01/2017

A las 11 suenan de fondo las señales horarias en Radio 3. De repente, con suavidad, llega a los oídos ‘Tears in heaven’, la canción que Eric Clapton escribió a su hijo de 4 años para intentar sobrellevar su muerte. Parece como si el guitarrista inglés pretendiera recordarnos que le hubiera gustado regalarle al pequeño algunos de los coquetos y cuidados juguetes que presiden el taller artesano de Ángel Barroso, un madrileño que hace más de 17 años se instaló junto a su mujer, Concha Ventura, en el pequeño pueblo abulense de Villarejo del Valle para hacer realidad un sueño que empezó como una casualidad: elaborar a mano juguetes con nostalgia para dos públicos, niños y adultos coleccionistas, aquellos que hoy son padres pero que un día tuvieron otro tipo de ilusión.

“Hacer juguetes es algo agradable. ¿Qué vas a pensar de un objeto que, para mí, coge vida y hará feliz a alguien. Es un trabajo muy apreciado”, insiste.
Junto a un ventanal que da a un paraje de fantasía en el Bajo Tiétar, Barroso, sentado sobre una vasta butaca, sierra con hilo una pieza de madera. Toma curvas y jalona cada centímetro de este trozo de madera que tendrá forma de camello, un producto de artesanía único que acabará en las manos de un sonriente niño o en la estantería de un adulto que lo mimará casi a diario. Son los productos paridos por Juguetes La Estrella. “Pusimos este nombre porque nos lo pidieron para participar en una feria y nos pareció original. Luego nos dimos cuenta de que ya había otros similares”, se ríe.

“¿Estoy serio? Es que cuando trabajo me centro tanto...”, ironiza justo antes de soltar una carcajada que se escucha con eco entre el nostálgico aroma a madera y belleza interior de unos juguetes que recuerdan a otra época, en una comarca que rezumaba artesanía en otros tiempos, hoy ya menos. Pero estamos en el siglo XXI...
Un caballete, una lijadora, una sierra y el zumbido del traqueteo de una máquina combinada, que para un carpintero es lo que un horno para el panadero, dominan el espacio físico y sonoro. Ha residido en la capital y en Sierra Morena, lugares de donde ha tomado algunas de sus ideas, no todas: coches, aviones, camiones, ballenas, veleros…

Aunque también elabora piezas para exposición y venta aparte, muchos de sus trabajos son por encargo, para los que se ha encontrado multitud de anécdotas: “Mucha gente ha venido con un coche clásico y nos ha pedido que lo reproduzcamos. Otros vienen con fotos y se lo hacemos hasta con la matrícula real. Luego seguro que lo ponen encima de la televisión”, sonríe bajo su excelsa barba.

Tableros de alisos, abedules, pinos, robles, castaños, nogales, hayas e incluso secuoyas se esconden tras la anárquica colocación que estos días presenta el taller y que en su momento serán juguetes que tendrán un precio a partir de 30 euros, con el norte como principal destino, “porque hay más dinero y tradición”, admite. 

“Muchos piensan que son caros, pero cuando nos ven trabajar en ferias cambian de opinión, creen que es incluso barato”, sostiene, justificando una aclaración que una gran parte de la sociedad respalda: lo artesano no es caro si se conoce su trabajo. De hecho, “muchos han vuelto tras probar durante la crisis los juguetes chinos”. “No es lo mismo, lo siento pero no. Por suerte también tenemos clientes fieles”, valora.

Primero se hacen los bocetos, se dibuja a escala y se eligen las piezas, que pasarán por la combinada y que después serán encoladas entre sí. Por último, se trasladan al pequeño taller de pintura no tóxica que la pareja posee en el último piso de su vivienda. Parece fácil… Seguramente igual de sencillo que las primeras líneas del tema de Eric Clapton.



Desde lo medieval
El de Ángel y Concha no es el único taller de juguetes en la Comunidad. En la localidadponferradina de Villar de los Barrios, el artesano Antonio Barrios los elabora a base de madera y tela. Licenciado en informática y con experiencia en la hostelería, el maestro juguetero decidió hace trece años cambiar su oficio, realizar un curso de carpintería y dedicarse a la fabricación artesanal de pequeñas piezas medievales. “El trabajo manual siempre me ha gustado”, reconoce Barrios.


Caballitos, bicicletas y patinetes forman parte del catálogo de productos nacidos en un taller en el que cuatro máquinas -lijadora, ingletadora, fresadora y guillotina- son los únicos elementos mecánicos que ayudan a este hombre de 52 años, nacido en Ponferrada, a dar forma a sus creaciones. “Empecé haciendo juguetes medievales, como espadas, escudos, hachas o arrastres. Con el tiempo, he evolucionado hacia cosas más grandes”, explica Barrios.

Sus últimas creaciones son tiovivos para los que fabrica las diversas figuras que giran alrededor del eje, en forma de dragones y monturas de diversos tipos. Un gran barco vikingo que sirve de balancín o un carrusel basado en la obra de Leonardo da Vinci son otras de sus grandes obras efímeras, ya que se montan y se desmontan para las diversas ferias y eventos medievales en los que participa en ciudades de toda España como Elche, Alicante o Madrid, además de su presencia en los eventos que tienen lugar en Galicia, Asturias y Castilla y León.

El cambio en el modelo de negocio impulsado en los últimos años tiene que ver con el descenso en la facturación que ha sufrido en su tienda de Ponferrada, donde distribuye el material que él mismo elabora junto a otros juguetes artesanos y en la que los ingresos se han reducido hasta un 80 por ciento, según reconoce. “Hay que reinventarse continuamente”, explica Barrios, que de cara al futuro apuesta por “olvidar el tema medieval para centrar la estética de la Revolución Industrial”. En esa línea, su último montaje lleva por nombre ‘Mecanica SteamPunk’ (MSP), en un velado homenaje a la empresa Minero Siderúrgica de Ponferrada, y se compone de un tiovivo a medio camino entre lo retro y lo futurista, donde los coches de levitación magnética conviven con los zepelines y las naves espaciales.

Además, el carromato en el que se transporta el material, también de fabricación casera, tiene su interior decorado al estilo victoriano para que los asistentes a las ferias puedan tener sus fotos de época. La última gran apuesta de Barrios está relacionada con el mundo de los muñecos y entronca con una tradición puramente leonesa como ‘la vieja del monte’, una bruja buena que abastecía de golosinas a los pastores de la montaña para que éstos las repartieran entre los niños. “Mi mujer está haciendo esa muñeca que está funcionando como una competencia a Papá Noel en la navidad leonesa”, presume el artesano.




“Que ocurra algo”
El matrimonio segoviano compuesto por Pablo Saracho y Mayte Ruiz de Velasco abandonó el mundo de la publicidad en 2014 para dedicarse al diseño y construcción de juguetes. Con una conciencia social, sostenible y didáctica crearon la marca Wodibow, en el que se marcaron como premisas irrenunciables productos de madera, al menos en parte, que no tuvieran nada de plástico y que tuvieran un propósito, que ocurriera “algo” al utilizarlos.


Desde entonces y hasta ahora, la juguetera segoviana ha sacado al mercado 20 productos distintos de ocho familias diferentes elaborados con madera de haya centroeuropea, teniendo en el mercado francés, holandés y español sus máximos puntos de apoyo. Además, y como respaldo a su creatividad, han recibido hasta tres premios internacionales de diseño industrial. “Nos decantamos por la madera porque el mundo digital nos exigía volver a tocar cosas que tuvieran un poco de espíritu y de fundamento y el plástico no lo tiene”, defiende. Saracho y su mujer dieron una vuelta a la percepción que tiene el consumidor de los juguetes de madera, “en el que parece que sólo se podían hacer peonzas y pensamos que había una oportunidad”.

Pese a que los juguetes puedan estar asociados solo a la infancia, Saracho huye de tópicos y sostiene que sus productos “no son necesariamente infantiles, están formados por piezas chulas y lo importante es que al jugar pasen cosas, que haya algo que descubrir, una aventura por vivir”.

En la actualidad, Wodibow cuenta con cuatro empleados en su sede del Polígono de Hontoria en Segovia, donde se manufacturan los juguetes, una persona más en Madrid, más los dos creadores de la marca. Además, y gracias a un convenio con la Fundación Personas, un total de 40 personas más realiza tareas de acabado de los juguetes para su puesta a la venta.

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