domingo, 21 de abril de 2013

NOTICIA: Una americana en la Maragatería.

Una historiadora revela la investigación desarrollada por Ruth M. Anderson en León a principios de siglo.
 
cristina fanjul | león 21/04/2013
Se llamaba Ruth Matilda Anderson y puede decirse que fue una de las personas que con más afán se encargó de estudiar la etnografía leonesa a principios del siglo XX. En 1921, fue contratada por The Hispanic Society of America, la institución creada por el magnate Archer Huntington para estudiar las tradiciones españolas. Desde 1923 realizó tres expediciones de trabajo a la provincia: 17 de marzo a 3 de julio de 1923; 14 de noviembre de 1925 a 31 de mayo de 1926 y 5 de octubre de 1929 a 17 de noviembre de 1930. Las imágenes que realizó en estos viajes forman parte de la colección de la HSA, ya que constituyen documentos vívidos de costumbres y lugares que, en numerosos casos, ya no existen.
 
El trabajo que desarrolló en León se centró de manera especial en la Maragatería. Así lo explica Noemí Espinosa en su investigación La fotografía en los fondos de la Hispanic Society of America, que analiza el trabajo desarrollado en España por la etnógrafa norteamericana. Destaca Espinosa que Anderson sabía de las tradicionales formas de parentesco dentro de la comunidad maragata y aunque no hizo referencia explícita, se preocupó por mostrar la imagen de la mujer y la retrató en un estado de semi-aislamiento, al interior de la casa, recogiendo además las opiniones que le transmitieron acerca de la vida que llevaban. «Se esforzó por resaltar la ‘nobleza’ que históricamente se había atribuido a una comunidad cerrada como la maragata, pero los cambios comenzaban a apreciarse y con ellos se modificó esa situación de aislamiento», explica Espinosa. Entre estos cambios subraya la llegada del tren y los vehículos a motor, que provocaron la inmigración de muchos lugareños. Asimismo, fue capaz de realizar «un estudio dominado por la sensación de pérdida y abandono de una forma de vida cuyos elementos característicos comenzaban a reservarse para celebraciones especiales o momentos festivos».
 
Una de las constantes que mostró en su investigación Ruth M. Anderson fue la soledad y las duras condiciones de vida de las maragatas: «Las maragatas dicen que su vida es triste y monótona en sus casas, encerradas tras sus pesadas puertas y sus gruesas paredes. La separación doméstica de la familia maragata tiene características propias de Oriente», dijo en uno de sus cuadernos. Tal vez por eso, las representa en labores solitarias y, en numerosas ocasiones de espaldas, una situación de la que le hicieron partícipe sus protagonistas.
 
También se centró en las fiestas patronales y, para ello fotografió la fiesta del Dos de Mayo. Explica Espinosa cómo la norteamericana fue capaz de registrar con su cámara no sólo el espectáculo central de la fiesta, sino «las historias secundarias» que habitaban a su alrededor y que son una gran fuente de información de las costumbres de la época: «El baile se mantiene hasta bien entrada la tarde. Las mujeres casadas sacan sillas de sus casas y se sientan para charlar, mientras observan a los que bailan y cuidan a sus hijos. Los hombres mayores, pasean, fuman y hablan mientras el resto baila».
 
Ruth Matilda Anderson terminó el monográfico realizando un estudio de los trajes maragatos. Para ilustrar el de los hombes utilizó el que hizo en Val de San Lorenzo. «En este pueblo encontró el mejor ejemplo de traje maragato en la zona y uno de los habitantes del pueblo, al que aambién fotografió tejiendo una manta típica, le sirvió como modelo. Este traje fue muy valioso por varias razones. Primero porque pertenecía a uno de los habitantes más famosos del pueblo, el doctor Pedro Alonso Matanzo», revela Noemí Espinosa. Precisamente, dice sobre este médico en una de sus notas: «Santiago Millas se considera la capital de la Maragatería, que comprende cuarenta ciudades y pueblos en uns superfice de alrededor de diez kilómetros cuadrados al suroeste de Astorga. Preguntamos a nuestro amigo el doctor Matanzo para que nos informara de algún rinconcico’ en las montañas donde pudiéramos encontrar trajes y costumbres primitivas de los maragatos, pero nos dijo que todo se ha visto contaminado por el progreso, con lo que no hay ningún lugar que reúna las cualidades que buscamos».

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